El misterio de las piruletas con forma de corazón

Que no estaba muerta, que estaba de parranda.

Ayer tuve una noche de esas contar mis historias alrededor de la hoguera  al lado de mi barbacoa y me acordé de que tengo un blog donde poder contarlas sin acabar apestando a humo.

Este blog existe porque considero importante que si los extraterrestres nos invaden y lo encuentran haciendo un registro exhaustivo de las redes que utilizamos los humanos, morirán leyéndolo, y habré salvado a toda la humanidad.

No sé por qué redacto tan raro hoy.

En fin, voy al lío, coged una cerveza bien fría y sentaros a comer tofu de buey a la brasa.

Durante un tiempo, tuve que cambiar de gimnasio por bueno, cosas que no os interesan. Llegué nueva a este gimnasio que era un sitio pequeñito (más bien una asociación deportiva que un gym), pero bastante bien montado para entrenar. Total, era temporal, me hacía el apaño unos meses.

Uno de los entrenadores cuando me vio entrenando desde el primer día se flipó mucho conmigo, a pesar de que yo le había dicho que tenía mi entrenador, pero él me dijo que me quería subir, que yo tenía que competir, que le molaba un montón como lo hacía, de hecho me puso un mote muy guay (que no diré para no identificarme más de la cuenta). Total, el tío se motivó mucho conmigo.

Las dos primeras semanas fueron muy a tope con este tío y nos empezamos a llevar muy bien. Pero bien, y de empezar a conocernos de colegas súper guay.

Yo era la única chica boxeando allí, algunas tardes coincidía con dos chicas que siempre iban juntas, pero ellas se ponían en la zona de las bicis y la cinta y esas cosas, no boxeaban.

Un día, cuando llego a casa y saco la ropa sucia y las vendas de mi bolsa para poner la lavadora, me encuentro una piruleta con forma de corazón.

(?)

La dejé ahí en la cocina tirada en plan… «qué de mierda llevo siempre en la bolsa»

Fui al día siguiente a entrenar.

Vuelvo a casa, misma operación, saco la ropa sucia de la bolsa y una piruleta de corazón.

Puse las orejas para atrás como los gatos.

Mi bolsa se quedaba en el vestuario y solo hay dos personas que han entrado ahí mientras yo estoy fuera.

Al día siguiente, observé sutilmente, pero como siempre entraban las dos juntas las muy zorras, no podía saberlo con certeza. Aunque fijándome un poco pude deducir cual de las dos estaba queriendo matarme de diabetes.

En efecto: ese día, al llegar a casa, otra piruleta de corazón.

Así estuvimos toda la semana.

Yo estaba pensando en no desvelar el misterioso caso de las piruletas de corazón, pillar un par de tabletas de Milka y construirme poco a poco una casita en el bosque a lo Hansel y Gretel.

La semana siguiente, se me acerca una de ellas y me dice que qué guay, que me llevan viendo boxear estas semanas, *típicas preguntas de «cuánto llevas, en qué gym mimimi»*, que cómo les mola, que ellas van a aprender… Y le digo «pues encima con el pedazo de entrenador que tenéis aquí» y me dice la otra: «es mi hermano, y le encanta cómo lo haces, te quiere entrenar guay y tal»

Total, que después de que yo entrenara con su hermano y ellas hicieran un poco el paripé solo por hacer acercamiento, me dice la hermana de mi entrenador «¿me ayudas a hacer los abdominales?»  Y yo ¬____¬

Joder, es que telita. No se puede ser más descarada. Pero precisamente por eso me moló.

Vale, venga, va. Vamos a hacer los putos abdominales, y te cojo las piernecitas.

En mitad de esto y ya solas en un rincón del gym me dice que si conozco a «X»

«X» es una cacho bollera mala con la que yo años atrás había tenido semimovida en plan bolleras alfa luchando por la perpetuación de la especie.

Na, nos picamos por una tía. Que realmente es una gilipollez, porque la que era una zorra de mierda era la tía por la que nos picamos, pero bueno, que eso es otro tema y de años mucho anteriores.

El caso es que ya era una declaración de intenciones, sacar el tema de «X» significaba que ya estábamos hablando de cosas bollers.

Comentamos un poco sobre eso y sobre que un amigo suyo gay había salido conmigo de fiesta alguna vez en plan amigo de amigos y que me conocía. Y yo pensando «hija de puta, me has hecho un stalkeo fino»

Me invita a tomar algo al salir.

Bien. Pausa. Yo en ese momento tenía «»»novia»»» (no era novia novia novia, pero era una chica con la que sí que tenía algo un poco más allá de solo follar) y luego me estaba liando con otra chica de vez en cuando (vamos, casi todos los findes)

No es que no me apeteciera liarme con ella, porque además estaba muy bien la chica, lo que no quería era marranear con la hermana de mi entrenador, porque el tema del boxeo lo quería tener aparte de todo eso, y además es que ya mantener tres rollos paralelos me daba como mucha pereza.

Pero vamos, que acepté.

Acepté y por supuesto acabamos follando en su coche porque no nos dio tiempo ni a llegar a casa.

Mientras estaba a cuatro patas dándome con la palanca de cambios en la frente, pensaba que el misterio de las piruletas de corazón estaba resuelto.

Podría haber sido un final feliz, un misterio más de Jefa Layton resuelto y ya.

PERO NO. No se quedó ahí la cosa.

Como evidentemente yo seguía yendo al gym a entrenar, tenía que verla por cojones, más que nada porque ella se encargaba de querer venir a mi casa a recogerme para ir, y si me negaba, como sabía más o menos mis horarios, me esperaba después para ir a tomar algo.

Me llevaba muy bien con ella, y ella me trataba de 10, era un encanto, pero un pelín posesivilla y ansia. (Genial combinación para estar conmigo)

Si por ejemplo salíamos a cenar con sus amigas, y me veía reírme o bromear con alguna, (sin intenciones de nada, solo estando de buen rollo) se ponía en un modo «eres mía» y quería tanto meterme mano que me llevaba a su coche con una excusa barata en mitad de la noche para follarme como una perra.

Yo ya con chichones en la cabeza de darme contra el salpicadero.

Y es que yo no podía ni quería estar como una lapa con ella.

Me estaba liando con esta, estaba con mi «»»novia»»», con mi otro rollo con la que salía mogollón de fiesta y me llevaba genial y todo estaba bien hasta que la hermana de mi entrenador me empieza a decir ya cosas que no son, en plan ser supernovias a las dos semanas.

Le cuento que tengo algo con alguien y desaté toda su ira de mujer lesbiana. Que antes no se lo había dicho porque teóricamente todas eran «rollos».

Me montó un drama de tres pares de cojones, seguido de una serie de amenazas que ni la mafia italiana.

Y es que de verdad, la ciencia debería ahondar en lo mala que puede llegar a ser una tía bollera.

Empezó a decirle a su hermano que yo era una hija de puta y claro, el hermano por mucho que se quisiera mantener al margen, al ver a la otra mal, me cogió un poco de tirria a mí. Y mira que nos llevábamos bien, pero claro.

Total, se me jodieron mis entrenamientos en ese gym, porque entrenábamos bien, pero ya no era igual, estaba la cosa que yo temía que a su hermano entrenándome se le fuera la mano sin querer y me partiera la boca de una hostia.

A las pocas semanas, al volver a sacar la ropa de la bolsa, vuelvo a ver una puta piruleta de corazón. Y yo en plan «pero esta piba de qué va»

Total, que la cojo al día siguiente y le digo que qué cojones le pasa con las putas piruletas, que me deje en paz.

Y ella «¿Piruletas?»

De puta madre. La de las piruletas era SU AMIGA.

Buenobuenobueno, el movidón que hubo con esas tías ni os cuento.

Al final ella habló con la amiga, se cabrearon, y yo me piré de ese gym escaldada y bufada como los gatos, entregando mi suscripción de 3 meses en pro de mi cordura.

Al cabo de unos meses me la encontré una noche y volví a comer palanca de cambios.

Los salpicaderos tienen menos glucosa que las piruletas con forma de corazón.

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